domingo, 14 de noviembre de 2010

La circulación del conocimiento

La Vida Sigue

La circulación del conocimiento 




Rafael Osío Cabrices

--osiocabrices@hotmail.com



--Ilustración Idana Rodríguez idanarodriguez@cantv.net


Puede que luzca como un tema muy técnico, pero no lo es. Está en la salud de una sociedad, en su capacidad para resolver los problemas de todos los días, en sus posibilidades para liberarse de la costumbre de cometer una y otra vez los mismos errores. En Venezuela se produce conocimiento pero circula mal. Es decir, no es que carezcamos de capital intelectual, no es que no haya gente entre nosotros que esté pensando, escribiendo, documentando, investigando, consiguiendo respuestas para las muchísimas preguntas que tenemos desde hace tanto tiempo atravesadas en la garganta y el espíritu. Aquí sí se piensa. Pero el producto de ese pensamiento circula poco y mal, y es muy poco lo que llega adonde debe llegar. 

Es algo de lo que yo no me había dado cuenta hasta, que trabajando en la revista El Librero, fui ex- plorando la cantidad de autores valiosos en todos los géneros que tenemos en este país. Gente que en Caracas y en la provincia está escribiendo estupenda narrativa, pero sobre todo ensayo, historia, ciencia. Me ha tocado escuchar varias veces a unos cuantos amigos bien intencionados que se quejan de que aquí no se hace ciencia, o de que las universidades sólo se preocupan de graduar gente, o de que no se genera tecnología ni se produce cultura. 

Y han estado equivocados, porque los fondos editoriales de las universidades están llenos de libros que no encontraron a sus lectores, y un montón de fundaciones y organizaciones no gubernamentales investigan soluciones a problemas ambientales, sociales o económicos. Es un verdadero ejército silencioso de gente que trabaja con muchas limitaciones y que produce cosas que nos ayudarían a aliviar nuestras enormes carencias, pero que no tiene acceso a los medios, a las editoriales, a los que toman decisiones, a un público que es mucho más rápido para decir que este país es una aldea atrasada que para procurarse la cultura que el país sí construye, permanentemente. 

Tenemos muy pocas bibliotecas públicas, muchos docentes desmotivados a los que les pagan mal o no les pagan, grandes presiones económicas sobre el sector editorial que encarecen los libros, para no hablar de la histórica resistencia de los canales de televisión para darnos cosas útiles en vez de basura (con la notable excepción de Vale TV, entre pocos otros). Hay tantos obstáculos financieros, de infraestructura o culturales para que circule el conocimiento entre nosotros que incluso en la era de Internet seguimos bastante a ciegas. Siempre mencionamos el trabajo pendiente del Estado, pero no podemos confiarle todo a los gobiernos ni tampoco ellos podrían resolver el asunto por sí mismos, en caso de que quieran hacerlo; el sector privado y las mismas personas comunes y corrientes podemos hacer mucho más. 

A lo mejor habría que empezar por interesarnos más en hacernos preguntas y en obtener respuestas. En pensar que el hecho de que década tras década sigamos estando tan mal, debe tener que ver con que ignoramos lo que les pasó a quienes vinieron antes que nosotros o lo que les pasó a otras sociedades en otros sitios. Si nos negamos a saber, no habrá sistema educativo o editorial que valga. 

Ni servirá de nada que todas las televisoras se transformen en la BBC. Para que el conocimiento circule, debemos comenzar nosotros por hacer bombear el corazón de la curiosidad.